Goles y carácter. Esos fueron los dos principales atributos exhibidos en Santa Fe por Atlético, un equipo que demostró que también sabe hacerse fuerte en rodeo ajeno. El 3-2 ante Unión dejó mucha tela para cortar. Pero sobre todo dejó en el bolsillo del “decano” tres puntos clave para sus aspiraciones de ascenso. Porque si la “media inglesa” a priori alcanza para conquistar uno de los cinco cupos a la A, arrancar con seis sobre seis es magnífico.
El equipo de Héctor Rivoira fue contundente y mostró actitud. Tras un comienzo tambaleante, facturó por partida doble en la primera media hora. Para ello contó con la inestimable colaboración del arquero Matías Castro, que se quedó pagando, esperando que alguien desviara el tiro libre ejecutado por Diego García. Y unos minutos después dio un rebote corto en una furiosa llegada de varios hombres a posición de gol: finalmente fue Francisco Grahl quien empujó el balón a la red. Parecía definido el partido, pero no. Quizá Atlético pecó por no rematarlo. Unión, acicateado por el malhumor de su gente, fue a buscarlo con garra.
Y logró un gol psicológico sobre el final de la etapa, a través de un cabezazo de Enrique Triverio. Para entonces, Christian Lucchetti ya se había convertido en figura. Y lo siguió siendo en el segundo tiempo. Claro, el arquero no pudo evitar que Franco Sbuttoni pusiera la mano y tampoco que Claudio Guerra cambiara el penal por gol en el amanecer del complemento. De 2-0 a 2-2, el pronóstico no era favorable para la visita. Pero Unión, que había acorralado a Atlético, no logró el nocaut. Entonces “Chulo” hizo ingresar a un viejo conocido, Javier Malagueño, para reordenar la defensa, y a un debutante, Jonathan Gómez, para desequilibrar en tres cuartos.
“Goma” le cambió la cara al equipo y el zaguero cabeceó al gol un tiro libre. Atlético supo manejar el 3-2 y festejó. Le quedan algunas materias pendientes, como que no le lleguen tanto. Pero arriba, y en su corazón, tiene con qué.